La calidez de un día de verano o de primaria no es nada foráneo al acompañamiento de sentimientos de calma y de sosiego. Prueba de ello llamo al tribunal a las personas más directas y transparentes que pueden habitar con nosotros: los niños. Si se le pide a uno de ellos dibujar un paisaje feliz y de diversión, será inevitable que él en aquel papel dibuje un sol por alguna parte, o tal vez más explícito, lo ponga en medio de toda su obra. Debo confesar mi irremediable relación con el clima y el carácter que puede tener un día y un lugar en mis emociones. Las tardes soleadas, acompañados de un libro entre mis piernas y junto a todo ello, una canción de compases lentos y delicados, me brindan sosiego para poder morir en ese mismo instante. Las tardes soleadas lejos de mi hogar, rodeado de gente que aprieta el paso por cumplir las labores a las cuales están sujetos, me envuelven en un ambiente de descompresión y de descontento por retornar lo antes posible a mi cuarto y poder valorar aquella puesta de sol antes que se despida de mí.
Análogamente, la tristeza de un niño suele ser custodiada en sus dibujos por nubes grises y frías, lluvias, vientos, paisajes desoladores. Yo siento lo mismo en circunstancias que mis ánimos no están lo adecuadamente estandarizados como para permitirme dejar la tristeza en cama. Los días nublados y oscuros por las neblinas no me entregan tranquilidad alguna, son horas que se me vuelven eternas entregándome completamente al abandono y la ansiedad por querer que la noche pase rápido; siento la cama fría y desagradable, en lugar de mantenerme cálido, solo me hace generar escalofríos y bostezos helados; siento la luz de mi cuarto como la hipocresía más grande que se me restriega en la cara, en lugar de alumbra mi alcoba solo hace más visible desde donde comienza la oscuridad y las sombras; veo lo vacío de mi cuarto, antes fuente de comprensión completa a mis ideas y también incubadora de las concepciones más orgullosas que he tenido, como una cárcel fría que necesita una fogata dentro de ella, necesita de conversaciones lejanas que poco o nada tengan de sentido, y que poco o nada me interese entenderlas, que solo me sirvan de garantía para saber que hay gente cerca; el silencio total en las madrugada no es aliado para mi descanso.
Lo que alguna vez escuché, de mi amigo Moby Dick: el clima de cierta forma condiciona el ánimo de las personas, toma más arraigo en mi forma de pensar.
Hace poco de manera no prevista, tuve que permanecer por las calles de Lima en un noche fría que humedecida las pistas y aceras, al ver las luces de las calles en lo lejano se podía observar el paso de la neblina, y al momento de buscar una persona cercana para sentir que no estaba soñando, no encontré a nadie, no lo podía soportar ni creer, me sentí aterrorizado y urgentemente me moví a alguna avenida que me mostrara señales de personas que hablaran, que respiraran, que caminaran, que hicieran lo que sea. Comprendí que el miedo es insoportable, pero a la vez que la manera de aislarlo es el contacto humano. La tranquilidad en la soledad es exquisita, pero cuando sabes que hay un punto fijo contigo, la idea del desapego total de todo en cuanto nos rodea me parece imposible de poner en praxis, me parece un exceso de oriente.
El punto fijo es de manera similar a entrar a un bosque milenario, temido y olvidado por la mayoría de la humanidad. Las posibilidades de entrar a él llevando conmigo una cuerda fija amarrada a la cintura la cual servirá para orientar mi camino de regreso una vez que este satisfecho de encontrar lo que sea por lo que haya querido entrar, es bastante alta. Pero arriesgarme a perderme en todas aquellas historias y criaturas por las que ese bosque es famoso sin tener forma certera de regreso o manera alguna de comunicar mi muerte ahí dentro, es algo que no puedo permitirme.
De manera similar es la vida, considero que esa interrogante de Perogrullo que dice: ¿Ya cuando vas a sentar cabeza?, se debe a que llega un momento en que necesitas tener esa distracción: la familia, los hijos, un hogar que a su vez te entregará nuevas preocupación en las cuales enfocarte e invertir tu tiempo, que permitirá retardar la consciencia de tu soledad humana en la vida, dando lugar a que llegue primero tu muerte antes de la desesperación de ser consciente que estás solo en este mundo.
Escribo para dar garantías inequívocas que en algún momento viví, sentí, soñé, deseé, sufrí y amé. Escribo para demostrar que en algún momento existí.
sábado, 18 de julio de 2020
El miedo de seguro retornará
JULIO 18 2020
Elmer Yapo
(Killer Queen – Queen)
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