martes, 29 de septiembre de 2020

¿Cómo te sonrio al verte? ¿Cómo se supone debo subir las escaleras sin saber que me esperas al final?

 SEPTIEMBRE 29 2020

El sol me guía mediante sombras hasta las canciones que escuchabas en tu balcón con las manos y sobre todo los dedos fríos que los solías cubrir a medias en tus bolsillos para que cuando te saludara me dieras a saber, al propósito, que querías que besara y abrigara tus manos.
El pequeño banquillo que siempre usabas para acomodarte ante el espectáculo del baile de las olas, tímidas ante tu presencia y demostrándolo, ellas, con una marea suave y callada.
Los comentarios que me relatas transcurridos hasta esa hora de la tarde, mientras yo intentaba no dejar que calles para así asegurar que pueda observar el ocaso en tu presencia y terminar diciendo: "Hace frío en este lugar a pesar del espectáculo de esta vista, entremos por una casaca."
La súplica que entregué a Dios porque tu salud y resguardo no fuera arrebatado en ningún momento que estés mi mente: Le di a Dios un trabajo eterno.

Dedicado a: Las niñas que me llamaron tiernamente "tarado" en su niñez y adolescencia, y por supuesto mi mamá.

(¿Cómo le llevo serenata? Enjambre) - Escrito en alguna terraza con una fría una primaveral brisa costera.

Elmer Yapo


martes, 8 de septiembre de 2020

Lo especial

SEPTIEMBRE 08 2020

Las cosas especiales se ahogan en lo común.
He de conservar el asombro individual ante el caminar de los días, ante la tristeza de la lluvias y la soberbia del mediodía. Ellos son sucesos que suceden desapercibidos y menospreciados, ya que sabemos de su existir constante. Pero imagina un día en que algunos de ellos, resentido por la falta de atención ante su existencia, decida no mostrarse ante ti. ¿Ahí recién te darías cuenta que aunque el reloj avance, no llega el mediodía? ¿O que por más distracciones que busques, el día no transcurre? ¿O que por más inviernos que pase la lluvia se marchó lejos de tu ventana?
Emprender la búsqueda de una cualidad que destaque y que tercamente ponga en cada carta que escriba o profiera en cada presentación mía que dé, es un engreimiento mío con destino a mí, y no por eso es malo.
Un placer culposo resulta delicioso, es mutilar tu existencia por breves momentos y ser la primera persona que observa el universo desde una butaca estelar que está en la fila más a la derecha y en el décimo cuarto lugar.
Busca un placer culposo y sumérgete en la definición que tú mismo rescates al momento de cometerlo. ¡¡Total!! Ten por seguro que las cosas que te gustan no son malas.

Elmer Yapo