El sol me guía mediante sombras hasta las canciones que escuchabas en tu balcón con las manos y sobre todo los dedos fríos que los solías cubrir a medias en tus bolsillos para que cuando te saludara me dieras a saber, al propósito, que querías que besara y abrigara tus manos.
El pequeño banquillo que siempre usabas para acomodarte ante el espectáculo del baile de las olas, tímidas ante tu presencia y demostrándolo, ellas, con una marea suave y callada.
Los comentarios que me relatas transcurridos hasta esa hora de la tarde, mientras yo intentaba no dejar que calles para así asegurar que pueda observar el ocaso en tu presencia y terminar diciendo: "Hace frío en este lugar a pesar del espectáculo de esta vista, entremos por una casaca."
La súplica que entregué a Dios porque tu salud y resguardo no fuera arrebatado en ningún momento que estés mi mente: Le di a Dios un trabajo eterno.
Dedicado a: Las niñas que me llamaron tiernamente "tarado" en su niñez y adolescencia, y por supuesto mi mamá.
(¿Cómo le llevo serenata? Enjambre) - Escrito en alguna terraza con una fría una primaveral brisa costera.

