JUNIO, 2018
Yo no pensé que pasaría, no en este momento, no de esta manera.
No escogí la edad, pero sí a la persona.
No escogí enamorarme, pero sí continuar estándolo.
Sucedió, pasó, me enamoré, como si nunca antes lo hubiera hecho.
Me pregunto, ¿Por qué son adictivas las drogas? ¿Acaso son buenas, son malas? No tengo respuestas para las interrogantes mencionadas, pero sí sé que eres aquello que me envuelve en un estado de narcosis, del cual disfruto inexplicablemente.
Eres aquel ulterior y solitario rayo de sol que termina con el declive del crepúsculo, y que con su muerte, da paso al advenimiento de la melancólica noche; al cual, dicho sea de paso, amo tanto observar en mis afligidas y sombrías tardes.
Eres indispensable para mí, tanto como aquel faro que necesita un barco para poder arribar en una costa envuelta de una espesa bruma.
Eres aquel instinto inexequible, innato de un ave al momento de construir su nido, innato de un ave al momento de sincronizar un vuelo con su bandada.
Eres aquella ilusión que persigo por doquier sin importar la veracidad de su concretización.
Eres la sustancial infusión que me hace entrar en un estado de serenidad en el cual amaría perecer.
Eres como aquel infaltable cuento que un niño ama escuchar antes de sucumbir ante la lira de Orfeo.
Eres aquel afecto sinuoso e ininteligible que siente un verdugo por su víctima.
Eres aquel santo grial que imaginé solo en condiciones quiméricas, el cual me hará claudicar a los deseos más sórdidos que puedan aflorar en mí.
Eres aquello que admiro y quiero imitar de manera fidedigna, en todos los aspectos que me sean posibles sin cambiar mi esencia, ya que de la tuya es de la cual me enamoré.
Eres a quien quiero reportar mis alegrías y compartir mis noches de nostalgia de manera eterna, en la comodidad de tu regazo.
Eres aquel campo eterno donde desde sus pomposos ciernes hasta su utópico confín, pueda evidenciar mis más genuinos sentimientos por ti, aquel campo donde se encuentra un sublime panorama que nos permite apreciar el crepúsculo de una perpetua tarde que jamás permitirá el paso a una lúgubre noche.
Eres aquello que quiero tanto si tener una explicación racional que no sea el querer estar ahí para ti, para lo que me necesites, para usar mis brazos como torres y mis abrazos como un fortaleza que no permita nunca que la soledad te envuelva en un aura melancólica.
Eres aquello que añoro y pienso en mis noches de insomnio, o simplemente en los momentos en los que pueda, puedo caer en la rutina o en el hábito, induciendo a aburrir de muchas cosas e incluso de ciertas personas, pero jamás de ti.
Eres aquello que se tornó en el cenit de mis prioridades, aquello tan lejano como el margen del vasto universo, aquello tan inmortal con luz de una estrella que yace extinta.
Eres aquella sustancia ponzoñosa que conduce al perecer mi independencia racional, mi estabilidad emocional y mi filosofía personal.
Eres aquella párvula reminiscencia que le dedico a los inicios del alba, aquella desenfrenada e impetuosa afición que surge al escuchar una canción, propia de un melómano.
Tengo miedo a que aquella historia que quiero escribir contigo, llegue a tener un fin sin antes haber tenido un inicio, tanto miedo como atestiguar aquella súbita sonrisa que suelta un psicópata antes de morir.

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